martes, 1 de enero de 2013

Moira Soto critca Pan y Teatro

(por Moira Soto)

 Por Moira Soto

                                                    
Director: Marcelo Velázquez. Autor: Jean-Luc Lagarce. Traducción: Mabel Crescente. Intérpretes: Marcelo Bucossi, Daniel Goglino, Mercedes Fraile. Escenografía: Ariel Vaccaro. Iluminación: Alejandro Le Roux. Vestuario: Julio Suárez. Música original y diseño sonoro: Pablo Bronzini. Sala: ElKafka Espacio Teatral, Lambaré, los domingos a las 18, 866, 4862-5439.
Una obra que se va escribiendo, reescribiendo, refutando, abandonando delante del público. Una obra que quizás transcurre en el espacio mental de un autor (el Primer Hombre), al que son convocados otros dos personajes (el Segundo Hombre, la Mujer). Juntos, los tres tuvieron una historia de amor en el pasado, en la parte antigua de una ciudad sin nombre que ya casi no existe. Esa historia sucedió hace años, antes de la Guerra. Por algún motivo que no se da a conocer, el Primer Hombre, el que en el presente de la obra reconstruye sus recuerdos con la participación de los otros dos personajes, se sintió traicionado y fue hacia el río de noche con la idea de tirarse. Pero no lo hizo. En cambio, se enfermó y antes de morir trata de contar esa historia de amor en diferentes versiones: un libro, una canción, una carta, incluso un título, solo un título. Historia de amor (Últimos capítulos) representa un verdadero reto para cualquier director que se atreva a llevarla a escena, para los actores que la interpreten, y también para el público que elija ver esta obra de Jean-Luc Lagarce, el talentoso e innovador dramaturgo francés, varias de cuyas piezas se han presentado en Buenos Aires (Las reglas de urbanidad de la sociedad moderna, Music-Hall,  Últimos remordimientos antes del olvido, Estaba en mi casa y esperaba que llegase la lluvia, Nosotros los héroes…).
Lagarce muere de sida en 1995, a los 38, luego de una intensa vida consagrada al teatro desde que funda, joven estudiante de Filosofía y Letras, la compañía amateur La Roulotte (en homenaje a Jean Vilar). Director de textos clásicos, de sus propias obras (más de 25 piezas, relatos, una novela, un libreto de ópera); devoto de Ionesco, Genet, Beckett, muy pronto empieza a preguntarse cómo escribir después de estos creadores, a los que referencia en sus primeras obras, así como a Chejov en Le voyage de Madame Knipper vers la Prusse Orientale (1980). Los mundos del teatro, el cine y la literatura atraviesan su vasta obra, que empezó a ser realmente reconocida en Francia –y en el mundo- después de su temprana muerte. Lagarce escribe Historia de amor (Últimos capítulos) en 1990, después de Histoire d’amour (Répérages) y De saxe, roman. Estas piezas que forman una trilogía y que dialogan entre sí, se pueden leer y/o ver en escena en forma independiente. Asimismo, el trío de dos hombres y una mujer reaparece en Últimos remordimientos antes del olvido(las tres últimas obras citadas son de los ’80).
Vale remarcar que Lagarce escribe la pieza que se ofrece actualmente en El Kafka cuando ya estaba enfermo, por lo que dentro del terreno de las conjeturas en que se mueve el texto –donde no hay nombres propios y nada es definitivo- se podría deducir que el Primer Hombre, el autor  -el que dice “a esta enfermedad también la llamo guerra”, el que confiesa “ese deseo que tenía a veces por la desgracia”-, acaso esté representando al propio autor firmante de la obra que a su vez presenta el proceso del acto de escribir. Pero de escribir acerca de una historia que vivió el Primer Hombre y que implica a otros dos personajes a los que le da voz, una voz que es a la vez la impone el autor y la propia de cada uno (que se expresan mediante la tercera persona y la primera persona, alternadas en un mismo párrafo). Tanto se adueñan de su voz el Segundo Hombre y la Mujer que van adquiriendo autonomía, cuentas otras historias personales, deciden el curso de los acontecimientos. Entonces, las cosas sucedieron, podrían haber sucedido, sucederán mientras se borra la frontera entre la realidad vivida y la ficción que intenta contar el autor, es decir, el Primer Hombre.
El reto evidentemente era grande para el director Marcelo Velázquez (que ya ha dado pruebas suficientes de su calidad como puestista): sostener los distintos niveles que se despliegan simultáneamente en escena y darle fluidez y claridad a un texto que por momentos (en la voz del Primer Hombre, particularmente) se convierte en poema; que escamotea permanentemente lo que promete el título (no hay detalles de la historia de amor del trío o del acuerdo que los unió, tampoco se sabe en qué consistió la traición). Un texto que se formula y se reformula literariamente desde el prólogo hasta el epílogo, que apela rítmicamente a ciertas repeticiones.
Lagarce no anota didascalias, dejando al director en libertad de crear ese espacio donde discurre el autor, una suerte de laboratorio donde hay algunos aparatos aptos para trabajar sobre la cercanía y la distancia:  una bandeja para pasar discos donde se escucha una perfecta canción (L’été indien, de Joe Dassin); un grabador del cual parten los sonidos que se recuerdan; un proyector que permite ver en pantalla fotos de cada uno de los protagonistas cuando eran jóvenes, situación que da lugar a un intercambio de miradas y gestos intencionados que aportan al humor sesgado de la pieza; una máquina de escribir con un papel en blanco que nunca se usa. Ese espacio está delimitado por listones que trazan un cuadrado un poco ladeado –cuestiones de perspectiva-  con una abertura que hace las veces de puerta. Adentro, dos actores y una actriz hacen esta compleja partitura con el temple necesario. Para ellos, el desafío era de mucha exigencia precisamente porque tenían que limpiar cualquier forma de énfasis para dejar expresarse a estos personajes sin apoyaturas psicológicas, sin escenas de bravura, sin el crescendo de una intriga. Dentro de la concepción de Velázquez –que  contó con óptimos colaboradores en los rubros técnicos- los intérpretes encontraron las notas justas para que la música lagarciana, rescatada en la excelente traducción, suene cadenciosamente, bellamente.
  • © 2014
 
     



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